lunes, 21 de abril de 2014

¿Y AUN lA CULPA ES DE LA VACA?

por Karelis Arguelles & Yoissy Mosquera.

“El silencio y los prejuicios, el arma de la impunidad ante  violencia sexual  dentro del conflicto armado colombiano”

Considero que aún existe la necesidad de esclarecer la problemática de la violencia sexual dentro del conflicto armado colombiano, puesto que  es como un rompecabezas a  el que aún le faltan muchas piezas.
Con el firme y destinado propósito de reconstruir nuestro  antes mencionado e incesante rompecabezas  hemos de decir que las  mujeres víctimas, desdichadamente  no solo deben soportar el dolor y las  huellas de  aquellos bestiales hechos sexuales  sino que además ,  el escepticismo de crueles e ignorantes funcionarios que dudan e incluso niegan la veracidad de sus relatos con justificaciones  de total estupidez e insensatez como la siguientes: “ a las jóvenes les gusta el traje militar. Son ellas las que los buscan y se sienten orgullosas cuando están con alguno”;  un día quede  anonadada cuando mediante investigaciones de archivos  pude conocer la expresión lanzada por un funcionario  luego  de que una mujer le relatara su caso: “El otro día llegó una mujer a decirme que había sido violada. Pero el relato era poco creíble porque era fea y vieja”.


En Bogotá, recientemente  en el restaurante y discoteca Andrés Carne de Res se  presentó el caso de una presunta violación que aunque no figura dentro de la violencia sexual a causa del  conflicto armado,  hago la alusión puesto que representa la magnitud de la problemática de la impunidad y el machismo propios de la sociedad colombiana. En este caso, el propietario del restaurante, Andrés Jaramillo con el propósito de limpiarse las manos  le adjudico la culpa a la muchacha expresando lo siguiente: “…estudiemos qué pasa con una niña de 20 años que llega con sus amigas, que es dejada por su padre a la buena de Dios. Llega vestida con un sobretodo y debajo tiene una minifalda, pues ¿a qué está jugando? Para que ella después de excomulgar pecados con el padre diga que la violaron”. Dicha expresión que me parece la más atroz  muestra de intolerancia, debido que atenta a la  integridad de las mujeres en general.  Además resulta ser absurda e irónica pues la misma persona que lanzo tal exabrupto frase es el padre de cuatro hijos de los cuales una es mujer. Y a propósito de esto, la misma hija de  Andrés Jaramillo, Valentina Jaramillo fue una de las  muchas personas que apoyaron y comentaron acerca del plantón en minifalda realizado como manifestación en contra  a  la expresión lanzada por el propietario de Andrés carne de res, valentina Jaramillo público: “Como hija de Andrés Jaramillo y como mujer les digo: las decisiones que toma una mujer con respecto a su cuerpo y lo que ella decida hacer con éste, le pertenecen únicamente a ella. Ni el Estado, ni la familia, ni la sociedad, ni los medios de comunicación pueden violar este derecho a la autonomía de la mujer. Preguntémonos si es a un culpable al que deberíamos señalar o si es a toda la sociedad que desde diferentes frentes ataca el cuerpo de la mujer y su autonomía". Toda esta problemática sucedida en torno al suceso  presentado en el restaurante Andrés carne de res es el reflejo  y la consecuencia de una  sociedad llena de estereotipos machistas en contra de la mujer, y es el momento de ir en contra a la reproducción de dichos estereotipos presentes tanto en el conflicto armado como en la sociedad, que  violentan la dignidad y los derechos del género femenino.

Lamentablemente los grupos armados hacen de la violencia sexual un arma de guerra contra las mujeres, gracias al trabajo realizado por el grupo de memoria histórica se logró registrar la atrocidad  y la brutalidad con que estos crímenes fueron  y siguen siendo cometidos de los 63 casos de víctimas de violación sexual documentados por el Grupo de Memoria Histórica ( GMH ) en el departamento del Magdalena entre 1990 y 2005, 40 fueron perpetuados por grupos paramilitares  (63,5%), 4 por las guerrillas (6,3%), 4 por miembros de la Fuerza Pública (6,3%), 1 por grupos paramilitares y miembros de la fuerza pública  (1,6%) y los 14 restantes no tienen un autor identificado. Si esta es tan solo  una mínima parte de los casos de violencia sexual  a causa del conflicto armado, ¿podrían ustedes apreciados lectores imaginarse la magnitud de esta dolorosa  problemática?

Sin embargo existe todavía en la mente de las personas (y en especial de aquella que  paradójicamente  deberían ser las encargadas de  ayudar y reconocer el daño hacia las víctimas) la insólita idea de que muchas mujeres más que víctimas, son  las culpables. Y es justo en este punto cuando me doy cuenta de la proporción de la brutalidad, que en miras de no reconocer verdaderos culpables opta  de manera ingeniosa  por  no ejecutar acciones que hagan valer los derechos de las víctimas, abriendo paso de esta manera a la impunidad.

Sé que mi planteamiento rechina en los oídos de muchos, pero  es hora de abrir paso a la justicia y a la sensatez, para que esta historia no siga asemejándose  al  libro “la culpa es de la vaca” de  Jaime Lopera Gutiérrez y Martha Inés Barnaul Trujillo, en el que se muestra como las personas no aceptan su propia culpa  y les resulta mucho más fácil echarle la culpa a los demás. Ahora pensemos, si el papel de la víctima es muy claro  y el del victimario muchísimo más ¿porque echarle la culpa a la vaca?

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